viernes, 9 de agosto de 2013

ANATOMÍA DE UNA OPRESIÓN


 




Si hoy preguntáramos por la situación de la mujer es muy probable que todos, o una gran mayoría, coincidirían en afirmar que se encuentra en igualdad de condiciones con el hombre, lo que, sin ser cierto del todo, ya significa mucho y es muy revelador del reconocimiento cada vez mayor que tienen las mujeres como sujetos co-protagonistas de la historia. Pero no deja de sorprender que, a pesar de ello, existen todavía muchas reticencias socio-culturales y político-legales a reconocer la “mayoría de edad” de las mujeres en dos aspectos tan relevantes como la prostitución y el aborto, en los que, paradójicamente, sí que son -ellas-, veraderamente, las únicas protagonistas. El libro de Gail Phetereson, Mujeres en flagrante delito de independencia, invita constantemente al tipo de reflexión crítica que conduce a cuestionarse muchas cosas de la sociedad actual; ayuda a comprender de forma breve, clara y concisa qué es lo que hay detrás de dichas reticencias a otorgar plenos derechos a la mujer en todo aquello que le corresponde por derecho propio.

Es imposible mejorar el resumen que Dolores Juliano hace del libro en su excelente prólogo, en donde, además, encontramos valiosas aportaciones que complementan el exhaustivo trabajo hecho por Pheterson. Por ejemplo, ¿quién es consciente de los sistemas de control social que impone nuestra sociedad? Dice Dolores Juliano que, mientras que la vida del hombre sólo está sujeta al control formal impuesto por esta, y que se basa en normas y leyes escritas, la mujer, además de la obligación de responder a estas, está constantemente sometida al control informal, no escrito, que viene impuesto por la tradición, las costumbres o la religión, y que suele ser ejercido tanto en el ámbito privado -por la familia-, como públicamente. Como muy bien apunta: “El verdadero problema no consiste en averiguar por qué una persona decide ganarse la vida con el trabajo sexual, sino en entender por qué la sociedad reprueba de tal manera esta opción, que se transforma en el modelo mismo de las conductas estigmatizadas”.

El libro, como su título indica, parte de la premisa fundamental de que la sociedad de los hombres* no puede tolerar de ningún modo que la mujer sea autónoma e independiente porque ello pondría en grave riesgo el disfrute de unos privilegios que a pesar de considerar como propios, no le son inherentes. Para explicarlo, Pheterson va desde lo micro hasta lo macro, desde el sistema de sexo/género, a los casos clínicos de un hombre y una mujer donde se puede apreciar con claridad cómo opera dicho sistema y qué consecuencias tiene para uno y otro sexo. La desigualdad que esto provoca se manifiesta en ejemplos que la autora considera paradigmáticos. Por un lado, la prostitución -entendida como actividad económica que contraviene las normas legales y la moralidad pública- y cuya falta de regulación y reconocimiento la convierte en la actividad más infamada, social y políticamente; por otro lado, el embarazo/aborto, que a pesar de ser un proceso orgánico que se manifiesta únicamente en las mujeres, es sometido a control gubernamental por medio de leyes que restringen, cuando no prohíben, su interrupción voluntaria. Como recuerda la autora: “En realidad, el aborto practicado en buenas condiciones es catorce veces menos peligroso que un parto vaginal, cuarenta y una veces menos peligroso que una cesárea y a menudo menos peligroso que los anticonceptivos hormonales”. Lo que hay detrás de todo esto, y que es impensable que suceda tratándose de hombres, es el control por parte del Estado de la posibilidad de independencia de las mujeres. En realidad, interesa más el feto en tanto que "futura mano de obra no reconocida como tal", que la propia mujer y sus condiciones de vida. Y si se aparta de la norma tiene que ser castigada, como sucede con las trabajadoras sexuales, que no pueden ejercer libremente su profesión sin ser estigmatizadas por ello. Es interesante, en este punto, saber qué papel juega el feminismo, y Pheterson explica muy bien cuáles son los distintos puntos de vista y sus implicaciones. A grandes rasgos existen dos grandes corrientes feministas, las anti-violencia, que parten de la consideración que todo aquello que menoscaba la dignidad de la mujer (como la pornografía, la prostitución y la  trata de mujeres) tiene que prohibirse y ser erradicado, en tanto que violencia ejercida por los hombres sobre esta –lo que a menudo las sitúa en posiciones pro-gubernamentales. Y las pro-derechos, que persiguen la despenalización de la prostitución y la regulación de esta actividad, con el correspondiente reconocimiento de derechos, al tiempo que denuncian la violencia institucional existente contra las mujeres y que es ejercida por medio de leyes impuestas por hombres.

Si fuera posible hacer un diagnóstico de la sociedad actual, este libro sería una excelente “radiografía social” que nos ayuda a comprender mejor por qué la dependencia de los hombres hacia las mujeres se ha ido transformando, ya desde una temprana edad histórica, en un complejo sistema social basado en el control, la opresión y marginalización de las mujeres -y otros sujetos “débiles” o anormales- por medio del uso de la fuerza y de la creación de un conjunto de imperativos sociales cuya misión es ser interiorizados por cada individuo a través de la cultura. Pheterson introduce conceptos novedosos y, en mi opinión, acertados, que sirven para construir un verdadero vocabulario emancipador de la mujer. Entender qué es el sistema de sexo/género, la sexidumbre, la ideología de sexo o el continuum de retribuciones económico-sexuales en el contexto de las relaciones heterosexuales, puede servir de gran ayuda para comprender el porqué de muchos fenómenos opresores actuales, que implican por igual, aunque de forma distinta, a hombres y mujeres. Sólo por una cuestión de urgencia y desequilibrio históricos, libros como este merecen todo la atención y su lectura está completamente justificada.

 
* Por sociedad de los hombres entiendo a cualquier comunidad humana que se ha fundado, cultural y políticamente, sobre una concepción de lo humano que no incluye a la mujer, a la que se relega a las funciones propias de su condición en tanto que hembra.



Mujeres en flagrante delito de indpendencia. Gail Pheterson. Traducción del José Miguel Marcén. Edicions Bellaterra. Barcelona, 2013. 98 páginas. 12€

 

 

 

 

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