Si hoy preguntáramos por la situación de la mujer
es muy probable que todos, o una gran mayoría, coincidirían en afirmar que se
encuentra en igualdad de condiciones con el hombre, lo que, sin ser cierto del
todo, ya significa mucho y es muy revelador del reconocimiento cada vez mayor
que tienen las mujeres como sujetos co-protagonistas de la historia. Pero no
deja de sorprender que, a pesar de ello, existen todavía muchas reticencias
socio-culturales y político-legales a reconocer la “mayoría de edad” de las
mujeres en dos aspectos tan relevantes como la prostitución y el aborto, en los
que, paradójicamente, sí que son -ellas-, veraderamente, las únicas
protagonistas. El libro de Gail Phetereson, Mujeres en flagrante delito de
independencia, invita constantemente al tipo de reflexión crítica que
conduce a cuestionarse muchas cosas de la sociedad actual; ayuda a comprender
de forma breve, clara y concisa qué es lo que hay detrás de dichas reticencias
a otorgar plenos derechos a la mujer en todo aquello que le corresponde por derecho propio.
Es imposible mejorar el resumen que Dolores Juliano
hace del libro en su excelente prólogo, en donde, además, encontramos valiosas
aportaciones que complementan el exhaustivo trabajo hecho por Pheterson. Por
ejemplo, ¿quién es consciente de los sistemas de control social que impone
nuestra sociedad? Dice Dolores Juliano que, mientras que la vida del hombre
sólo está sujeta al control formal impuesto por esta, y que se basa en normas y
leyes escritas, la mujer, además de la obligación de responder a estas, está
constantemente sometida al control informal, no escrito, que viene impuesto por
la tradición, las costumbres o la religión, y que suele ser ejercido tanto en
el ámbito privado -por la familia-, como públicamente. Como muy bien apunta: “El
verdadero problema no consiste en averiguar por qué una persona decide ganarse
la vida con el trabajo sexual, sino en entender por qué la sociedad reprueba de
tal manera esta opción, que se transforma en el modelo mismo de las conductas
estigmatizadas”.
El libro, como su título indica, parte de la
premisa fundamental de que la sociedad de los hombres* no puede tolerar
de ningún modo que la mujer sea autónoma e independiente porque ello pondría en
grave riesgo el disfrute de unos privilegios que a pesar de considerar como
propios, no le son inherentes. Para explicarlo, Pheterson va desde lo micro
hasta lo macro, desde el sistema de
sexo/género, a los casos clínicos de un hombre y una mujer donde se puede
apreciar con claridad cómo opera dicho sistema y qué consecuencias tiene
para uno y otro sexo. La desigualdad que esto provoca se manifiesta en ejemplos
que la autora considera paradigmáticos. Por un lado, la prostitución -entendida
como actividad económica que contraviene las normas legales y la moralidad
pública- y cuya falta de regulación y reconocimiento la convierte en la
actividad más infamada, social y políticamente; por otro lado, el
embarazo/aborto, que a pesar de ser un proceso orgánico que se manifiesta
únicamente en las mujeres, es sometido a control gubernamental por medio de
leyes que restringen, cuando no prohíben, su interrupción voluntaria. Como
recuerda la autora: “En realidad, el aborto practicado en buenas condiciones es
catorce veces menos peligroso que un parto vaginal, cuarenta y una veces menos
peligroso que una cesárea y a menudo menos peligroso que los anticonceptivos
hormonales”. Lo que hay detrás de todo esto, y que es impensable que suceda
tratándose de hombres, es el control por parte del Estado de la posibilidad de
independencia de las mujeres. En realidad, interesa más el feto en tanto que "futura mano de obra no reconocida como tal", que la propia mujer y sus condiciones de vida. Y si se aparta de la norma tiene que ser
castigada, como sucede con las trabajadoras sexuales, que no pueden ejercer
libremente su profesión sin ser estigmatizadas por ello. Es interesante, en
este punto, saber qué papel juega el feminismo, y Pheterson explica muy bien
cuáles son los distintos puntos de vista y sus implicaciones. A grandes rasgos
existen dos grandes corrientes feministas, las anti-violencia, que
parten de la consideración que todo aquello que menoscaba la dignidad de la
mujer (como la pornografía, la prostitución y la trata de mujeres) tiene
que prohibirse y ser erradicado, en tanto que violencia ejercida por los
hombres sobre esta –lo que a menudo las sitúa en posiciones pro-gubernamentales.
Y las pro-derechos, que persiguen la despenalización de la prostitución
y la regulación de esta actividad, con el correspondiente reconocimiento de
derechos, al tiempo que denuncian la violencia institucional existente contra
las mujeres y que es ejercida por medio de leyes impuestas por hombres.
Si fuera posible hacer un diagnóstico de la
sociedad actual, este libro sería una excelente “radiografía social”
que nos ayuda a comprender mejor por qué la dependencia de los hombres hacia
las mujeres se ha ido transformando, ya desde una temprana edad histórica, en
un complejo sistema social basado en el control, la opresión y marginalización
de las mujeres -y otros sujetos “débiles” o anormales- por medio del uso de la
fuerza y de la creación de un conjunto de imperativos sociales cuya misión es
ser interiorizados por cada individuo a través de la cultura. Pheterson
introduce conceptos novedosos y, en mi opinión, acertados, que sirven para
construir un verdadero vocabulario emancipador de la mujer. Entender qué es el sistema de sexo/género, la sexidumbre,
la ideología de sexo o el continuum de retribuciones
económico-sexuales en el contexto de las relaciones heterosexuales, puede
servir de gran ayuda para comprender el porqué de muchos fenómenos opresores
actuales, que implican por igual, aunque de forma distinta, a hombres y mujeres.
Sólo por una cuestión de urgencia y desequilibrio históricos, libros como este
merecen todo la atención y su lectura está completamente justificada.
* Por sociedad
de los hombres entiendo a cualquier comunidad humana que se ha fundado,
cultural y políticamente, sobre una concepción de lo humano que no incluye a la mujer, a la que se relega a las
funciones propias de su condición en tanto que hembra.
Mujeres en
flagrante delito de indpendencia.
Gail Pheterson. Traducción del José Miguel Marcén. Edicions Bellaterra.
Barcelona, 2013. 98 páginas. 12€
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